Hagamos de nuestras relaciones sexuales un delicioso pastel (por Julene OdZ)

Hagamos de nuestras relaciones sexuales un delicioso pastel (Julene Ortiz de Zaldumbide)

Un buen pastel es aquel que se puede saborear con los ojos, palpar con los dedos, disfrutar de su textura y saborear con la boca… y que inclusive deja percibir su aroma. Lograrlo requiere de cierta maestría y dedicación, debemos saber qué ingredientes necesitamos, agregarlos en el momento indicado en su justa medida para que quede realmente delicioso. Debemos tomarnos nuestro tiempo en la preparación y sobre todo ponerle el toque secreto principal: AMOR, MUCHO AMOR.

Pues bien, una buena relación sexual no debe estar enfocada en el coito, que es un proceso mecánico de penetración vaginal. El coito es (y así debemos verlo) solo un pedacito de esa relación sexual, es el último paso, prácticamente el final de la preparación de ese delicioso pastel llamado sexo, en el que los ingredientes principales deben ser esos comportamientos y prácticas que empleamos durante las relaciones sexuales. Al igual que se requiere de tiempo, maestría, dedicación, la medida justa de cada ingrediente y si hay amor, pues mucho mejor. Es decir, que para tener una buena relación sexual, al igual que para hacer un pastel rico, provocativo y placentero, primero debemos elegir y conseguir los mejores ingredientes y saber combinarlos.

Veamos la receta: En primer lugar, debemos precalentar el horno con una buena relación de pareja que nos ayude a tener la disposición, actitud, confianza, respeto y amor para que nuestro pastel se cocine lo suficientemente bien y no nos quede crudo, caído y simple. Podemos usar alguna lencería especial, que nos haga sentir a nosotras mismas sexys y cómodas. Agarramos un bowl donde podamos mezclar los ingredientes para el pastel, que sea cómodo y agradable, pero ¡ojo! No debe ser exclusivamente la cama, salgamos un poco de esa rutina.

Ahora sí, comenzamos poniendo la margarina en el bowl, con un ambiente romántico, íntimo y sensual. Una luz tenue que puede ser dada por la energía de unas lindas y poderosas velas que si son de aceites con aroma a jazmín le darán un toque especial al momento. Y que si además sirven para hacer un rico y sensual masaje por todo el cuerpo, mucho mejor.

Ahora hay que ponerle el azúcar. Preparemos juntos una sencilla, rica, divertida y estimulante comida, acompañada de un buen vino. Permitámonos jugar un poco con ella, ofrezcámonos mutuamente un pequeño bocado con nuestras manos. Besemos y mordisquemos un poco los dedos del otro, saboreándolos suavemente con mucha sensualidad. Bebamos de la misma copa o compartamos un mismo trago. Coqueteando siempre con una mirada de complicidad.

Poco a poco, intercaladamente, vamos agregando la harina y los huevos, vamos recorriendo el cuerpo del otro, y entregándonos para permitir que también recorran el nuestro. Un poco de masajes en la cabeza y en la espalda, con la suavidad y sensibilidad que tienen nuestras yemas de los dedos, jugando un poco con una pluma, una esponja, una seda o un cepillo suave. Vamos calentando poco a poco nuestra preparación: dibujando nuestros cuerpos con la lengua, labios y senos, para ir descubriéndonos mutuamente, amasándolos bien, uno contra el otro. Unos suaves, tibios y apasionados besos en el cuello, en los lóbulos de las orejas, y en la clavícula, podrán marcar la diferencia. Llenemos de besos también, la parte interna de los brazos y el pecho. Usando el aceite para masajes caliente de las velas, o tal vez con un poco de hielo en la boca, empapemos nuestros cuerpos de un cambio de temperatura, que resultará muy agradable para los dos. Bajemos a su vientre pasando por su pecho (sin detenernos mucho en ese lugar), haciendo que nuestra pareja muera por tener un poco más. Más adelante nos dedicaremos un poco más a los senos y pezones, cuando estén listos: duros y erectos.

Entreguémonos por completo a disfrutar de cada caricia, de cada beso, de cada sensación placentera e íntima. Vamos a girar un poquito la preparación para que todo quede bien mezclado. Así es que con suaves mordiscos, lamidas y besos apasionados hagamos un corto recorrido por las caderas, con cálidos chupetones en la ingle, aproximándonos a nuestro objetivo, pero ¡ojo! está prohibido tocar los genitales, por el momento. Hay que seguir amasando nuestra preparación para que se humedezca, mezcle y suavice cada vez más. Como quien quiere pero no quiere la cosa, provocando el deseo de acabar con nuestra preparación, para llevar nuestro pastel al horno. Bajamos lentamente por las piernas, haciendo énfasis en la entrepierna, la parte interna de las rodillas, los gemelos; para llegar finalmente a los pies, donde nos detendremos un poco, masajeándolos, besándolos y chupando cada uno de sus dedos, humedeciéndolos lentamente, generando en ellos un suave y muy sensual cosquilleo.

Ya tenemos nuestra preparación prácticamente lista para llevarla al horno. Pero podemos volver un poco hacia la parte de arriba de nuestro cuerpo. Inundemos con nuestros besos y caricias los senos y los genitales que ya deben estar suaves, pero el mismo tiempo firmes y húmedos, listos para la cocción. Con un suave y firme masaje, repetidas y húmedas lamidas y juguetones mordiscos, estimulemos los senos y pezones, sin demorarnos mucho tiempo en esa zona, no sea que se nos queme el pastel. Ahora sí, podemos ir a estimular los genitales sin olvidarnos de envolver suave y rítmicamente el clítoris y la cabeza del pene con la lengua. Liberemos el espíritu y dejemos volar la imaginación para llegar a los terrenos más inesperados. Terminemos de hornear nuestro pastel con el coito, sin olvidarnos de los tibios besos y los mares de caricias, mientras seguimos estimulando los senos y el clítoris, para experimentar un mayor placer.

Finalmente, nuestro pastel está listo, ahora decorémoslo con una dulce y suave crema, sin olvidarnos del toque final (que no siempre es indispensable, pero que si se lo ponemos queda mucho mejor), la CEREZA. Esa tensión de todos nuestros músculos, esas suaves contracciones espontáneas de nuestros genitales, el aumento del ritmo cardíaco, esa sensación de perder nuestra respiración y conciencia por unos cuantos segundos, ese gran ¡oh!, la petite mort, el ORGASMO. Disfrutando cada bocado de ese pastel que nos quedó delicioso.

Que bueno es saber que podemos dejar de centrarnos únicamente en el coito y permitirnos disfrutar de nuestras relaciones sexuales como si fueran la preparación de un provocativo y delicioso pastel, con tantos ingredientes como queramos, los cuales podemos ir variando según nuestros gustos particulares o momentos específicos. Hasta encontrar la medida perfecta y nuestra preparación ideal. Y recordemos que al igual que en toda preparación, el ingrediente más importante de todos es: el AMOR, MUCHO AMOR.

Anímense y hagamos de nuestras relaciones sexuales un lindo, delicioso y gran pastel.

Julene Ortiz de Zaldumbide

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